Capítulo 58: Aquel que es el origen de todo
El hombre que lo comenzó todo, Raimon Barusak, observó a Riku y extendió su mano hacia ella.
—Riku, realmente eras una niña mala. Unir fuerzas con los demonios al sobrevivir… Lo mejor para lidiar con los niños problemáticos es una paliza.
En el instante en que su nombre fue dicho por Raimon, el corazón de Riku comenzó a latir más fuerte. Como si perdiera el control. Todo su cuerpo temblaba. Cada célula de su cuerpo le gritaba que matara a Raimon. Riku sonrió felizmente.
—No.
Matar.
¡Cortarlo hasta que muera, aplastarlo hasta que muera, aplastarlo hasta que muera, aplastarlo, torturarlo hasta que muera, pisotearlo hasta la muerte, matarlo hasta la muerte, matarlo hasta la muerte, secarlo hasta la muerte, aplastarlo hasta la muerte, golpearlo a muerte, morderlo a muerte!
No, no, antes de matarlo, es necesario que sufra el dolor de los tres mil mundos.
Debido a la turbulencia que azotaba todo su cuerpo, Riku temblaba. Este era el momento que esperaba desde que la habían desechado. Nunca pensó que llegaría el día que se vería tan superada por sus sentimientos. Riku se lamió los labios.
—El único que necesita una paliza eres tu… padre.
Riku afiló su mirada.
Estaba lista para luchar. Ahora mismo, incluso cien o doscientos espiritistas no serían rival para ella. Una sensación de liberación se cernió sobre Riku.
Por otro lado, sus subordinados estaban temblando por otra razón, el líder de los Barusak estaba a punto de enfrentarse a ellos mientras comandaba cincuenta espiritistas. No importa cómo lo vieran, no se veían ganando la batalla. Reuniendo coraje, uno de los demonios tocó el hombro de Riku.
—Teniente Coronel… Teniente Coronel, ¡con esta cantidad de espiritistas ni con varias vidas podríamos ganar!
El subordinado de Riku se lo susurró al oído.
Esa voz la calmó un poco. Como si fuera agua fría sus sentimientos se calmaron. Pero aun así las ganas de matar de Riku seguían ahí. Con sus ganas de matar desbordándose desde la vaina de su arma, la intención de matar incluso creció más aún. Riku dio una larga mirada al subordinado.
—¿Pretendes… dar la espalda y huir del enemigo?
—Vamos a huir. No tenemos más opción que huir, Teniente Coronel. Traer a la princesa y reagruparse con el Teniente General Adlar es prioritario.
—Reagruparse, ¿no?— murmuró Riku.
Si se dejara llevar por sus ganas de matar, esta cantidad de enemigos no serían nada.
Pero, el arma que tenía entre sus manos no era la alabarda que era tan familiar para ella, pero si tenía la espada de plata que había tomado prestada de Celestina Bistolru. Aún podría pelear perfectamente, pero sería difícil asegurar que tendría un manejo perfecto con ella. Ya que estaban comandados por Raimon, probablemente esos espiritistas tendrían un poder equivalente al de Toudou Barusak, con quien cruzó espadas en Myuuz.
Raimon Barusak es un poderoso enemigo que no puede compararse con Toudou.
La última vez que Riku luchó con él fue entrenando cuando era niña. En ese tiempo Riku usaba su fuerza inhumana que le permitió lanzar aquellos barriles aquella vez. Pero, si mal no recuerda, Raimon forzaba la derrota de Riku con un solo dedo.
Desde aquello habían pasado muchos años, y Riku había incrementado su poder sin duda. Ya que Raimon se había hecho más viejo, su poder había decaído un poco, pero incluso así, no debía confiarse demasiado.
Al menos, si Riku tuviera que luchar contra él, sería algo temerario.
Si estuviera Vrusto o Asty, quizá podría ganar esa batalla. Pero, aquellos temblando tras ella, pensar que ellos eran elites en el ejército del Rey Demonio, no fueron seleccionados por Riku debido a su fuerza. Necesitó a aquellos que podían sumergirse en la sociedad humana, por eso trajo a aquellos con apariencias más humanas.
Comparados con las excelentes habilidades de combate de Asty, no llegarían a la suela de su zapato.
No podría imaginarse a estos chicos que no podrían ni con Asty ganar contra ese grupo de espiritistas comparables con Toudo.
Mientras Riku pensaba sobre ello. Raimon hizo su movimiento.
—¿Cuál es el problema Riku, no quieres luchar?
Cuando a Raimon se le agotó la paciencia, provocó a Riku.
—Que molesto. ¿Tantas ganas tienes de luchar?
Riku chasqueó su lengua con un sonido bajo. Riku odiaba a Raimon. Lo odiaba tanto que la palabra “odio” no sería suficiente para describirlo.
Pero, ahora mismo era mucho más prioritario tratar con la Princesa atrapada en la caja. Si tiene éxito en la misión, podría evitar tener que hacer aquel examen de ascenso.
No tenía tiempo que perder en algo tan poco productivo como matar a Raimon Barusak ahora mismo.
Todo lo que tenía que hacer era cargar la caja de la princesa y llevarla con Leivein, que estaba esperando fuera.
Si, si Riku escapara con la princesa, sería una victoria.
Si era ella, sería capaz de correr mientras cargaba a la princesa. Una vez llegara a donde se encontraba Leivein, todo lo que quedaba por hacer era volver a Taitas, la capital demoníaca. Desde la capital real a la capital demoníaca, había una distancia considerable. Hasta entonces, Raimon los intentaría perseguir.
Una vez que trajera a la Princesa, avanzaría otro paso en la carrera.
—¿Estás asustada Riku?
—Asustada, ¿yo?
Riku hizo un corte al aire con su espada. Probablemente preguntándose si Riku iba a luchar, el demonio tras ella agarró su hombro con fuerza. Y entonces, con un tono más serio que antes, expresó su oposición.
—¡Teniente Coronel, detente! ¡Tenemos que escapar! ¡Hay que escapar! ¡No hay manera de que podamos ganar!
—No hay manera de que ganemos. Eso es cierto, no hay manera de ganar contra ellos.
Declarando eso sin vacilaciones, Riku apartó la mano del demonio. Mientras sus ojos ardían con odio, simplemente miró a Raimon Barusak.
—¡Pero solo sois vosotros los que no podéis ganar!
Gritando eso, Riku pateó el suelo de la calle con todas sus fuerzas.
Tuvo la sensación de escuchar las voces de los demonios tratando de detenerla, pero no tenía tiempo para preocuparse por eso.
—¡Llevad esta cosa con el Capitán ahora mismo y reagruparos con él! ¡Os alcanzaré luego!
—¡P-pero!
—¡Rápido idiotas!
La misión tenía prioridad sobre sus deseos.
Y por eso, necesitaban escapar con ese peso muerto de Princesa a cualquier precio. Era inevitable que dieran la espalda a Raimon. Alguien tendría que detener a los espiritistas, alguien con la fuerza suficiente. Si el que se quedara atrás fuera fácilmente superado, no tendría utilidad.
Con ello, alguien que pudiera luchar en igualdad contra aquellos comparables en fuerza a Toudou tenía que quedarse. Solo había alguien que podría hacer algo.
…Solo Riku.
Los otros demonios tenían ya sus manos ocupadas con escapar mientras cargaban a la princesa. No podrían ganar ningún tiempo.
Y por eso, Riku desenvainó su espada. Mientras frenaba a los espiritistas, los demonios serían capaces de escapar correctamente con la Princesa. Todo lo que necesitaba hacer era ganar el tiempo necesario y escapar. Riku pensó que era la mejor elección.
—¡Ya es tu hora!
Mientras gritaba aquello, blandió su espada contra Raimon Barusak.
Por supuesto, la espada no tocó a Raimon. Como si hubieran estado esperando por ello, los subordinados se abalanzaron sobre Riku. Una barrera de pequeñas molestias se formó frente a Raimon.
—¡Muere de una vez, traidora!
Mientras gritaban, los espiritistas apuntaron sus espadas a Riku.
Riku no les dio ni una sola mirada. Mientras miraba a Raimon a través del muro humano, blandió su espada horizontalmente. El sonido de las espadas de los espiritistas siendo lanzadas volando y de sus vientres siendo abiertos se escuchó en la plaza. Y las voces de angustia resonaron al mismo tiempo, Riku no tenía tiempo para preocuparse por ellos.
—¡Tch, tu! ¡No seas tan engreída!
—¡Matadla! ¡Hay que acabar con esa pelirroja!
Era posible escuchar los gritos de los espiritistas. Por esos llantos molestos Riku pensó que se quedaría sorda. Con esos gritos los atacantes se volvieron incluso más violentos. Un golpe que Riku no pudo manejar del todo hizo un corte en su mejilla. Con el dolor, la sangre comenzó a fluir.
—…
Aparentemente parece que los espiritistas no estaban usando esas espadas de madera anti demonios que usaban usualmente, estas eran espadas forjadas. Solo entonces Riku se dio cuenta que tenían intención de matarla a ella.
—Lo siento pero no soy tan fácil de matar.
Riku miró como si fuera a ser engullida por el feroz ataque frente a sus ojos. Pero incluso así, paró la espada y la rompió en pedazos. El olor de sangre comenzó a llenar la plaza, era un olor al que Riku estaba acostumbrada. Se sintió como si el color rojo que tanto le gusta envolviera toda la plaza.
El olor de la sangre le dio fuerzas.
Aspirando el olor, Riku blandió su espada contra los obstáculos. Junto con pequeños gemidos el muro de personas fue roto. Con una apertura en el muro, Riku dejó un rastro de jirones de carne a su paso. Manteniéndose detrás de ellos estaba Raimon Barusak con una sonrisa descuidada. Sin siquiera blandir su espada aún, miró a Riku como si estuviera disfrutando el show. Pero, mientras su rostro estaba mostrando una sonrisa, similar a Riku, sus ojos ardían en odio hacia ella.
—Finalmente llegas a mí, Riku. Ahora, finalmente puedo hacerte descansar en paz.
Raimon calmadamente movió su mano hacia su espada. Bañada por la luz de la luna, la espada sacada de la vaina brillaba en plena noche. Había una clara gran diferencia con una espada normal. Con esa espada, definitivamente pretendía matarla desde el principio.
Por eso, cuando sus ojos se cruzaron de nuevo, Riku le dijo a su padre.
—Hola, finalmente nos encontramos de nuevo… Padre.
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