Capítulo 53: Delvolviendola antes de Retirarse
Desde un horizonte tornado en color carmesí, el sol se asomaba lentamente.
Para entonces, la mayoría de los barcos que rodeaban la isla de Sherr se habían retirado. Riku se inclinaba en el borde del puesto de observación. Aunque no usara catalejo, sabía bien el número de barcos restantes. Sólo quedaban tres naves espiritistas. Cada barco mantenía su posición alrededor de la isla.
Mirando los números espiritistas, que habían sido reducidos de una sola vez, la tensión de Riku se suavizó.
―Y pensar que esto iría tan bien.
Aquello que pasó anoche.
Riku había lanzado un ataque contra los barcos espiritistas. Sin embargo, esto no era para participar en una batalla naval. En comparación con los humanos, los demonios tenían mejor visión de noche. Sin embargo, incluso con esa ventaja, era posible ver los resultados de lanzar un ataque nocturno de forma despreocupada.
Antes de que pudieran comenzar su ataque, una lluvia de flechas se habría desatado sobre ellos. Para los demonios, el poder de prohibición demoníaca infundido en la flechas les causaría heridas mortales. A menos que ocurriera un milagro, no había posibilidad de victoria. Si el líder hubiera sido Gortoberuk o Charlotte, tal vez se forzarían a luchar con su idealismo. Sin embargo, emplear este idealismo también restringiría a la persona tanto como al enemigo. La diferencia de fuerza era obvia; atacar imprudentemente era demasiado peligroso.
Por lo tanto, no atacar fue la mejor opción.
Sin embargo, se había confirmado que Leivein venía por ellos. Incluso si se trata de una posibilidad entre mil, no había manera de Riku dejará que su nave sufriera daños. En ese caso, ¿qué debía hacer? Y entonces, se le ocurrió ese plan.
―Yaah, como se esperaba de ojou-chan.
Vrusto dejó escapar un silbido. Aparentemente habiendo terminado ya de empacar, levantó un gran saco sobre su hombro.
―Tienen que estar sorprendidos porque les hayamos robado todas sus flechas, ciertamente. Debido a eso, el líder enemigo no ha podido luchar más y a tenido que volver a casa.
―Deben estar sorprendidos. Cuando regresen del abastecimiento, ni siquiera se darán cuenta de que no quedará nadie en la isla.
Riku devolvió una sonrisa satisfecha.
¿Qué debería hacer para que la nave de Leivein no sea atacada? Era algo muy simple. Era hacer retroceder al enemigo, aunque fuese temporalmente.
Una gran cantidad de muñecas de paja con silueta de demonios fueron alineadas en la cubierta de los navíos. Tuvieron suerte con esa oscura noche carente de luna, haciendo imposible que se vieran las muñecas de paja. Como estaba planeado, los espiritistas, que habían confundido los señuelos de paja con demonios seguían felizmente disparando las flechas una tras otra.
Debido a eso, los espiritistas se quedaron cortos de flechas y los demonios se han cebado de flechas. Por supuesto, algunas flechas se dañaron, por lo que no son utilizables. Sin embargo, la mayoría de las flechas adquiridas serían reutilizables.
Ellos han conseguido muchas flechas y mientras los espiritistas perdían recursos, una situación deliciosa.
―Entonces… ¿Ya que estás aquí, significa que terminaste los preparativos?
―Sí, todo el mundo está listo. Podemos partir en cualquier momento… Ahora, sólo estamos esperando la orden de ojou-chan.
―…Ya veo.
Diciendo eso, Riku se alejó del borde del mirador. Ajustando la alabarda de su espalda, se dirigió al barco que iba a ser utilizado para la fuga. La mayoría de los demonios ya habían embarcado anteriormente. Esperando en sus posiciones, prepararon su arco y sus flechas, y comprobaron si tenían melladuras en sus espadas.
Riku vio al demonio de alas negras entre la muchedumbre. Aunque fueran alas negras, no eran alas escaladas como las de Leivein. Sus alas estaban llenas de plumaje que las hacían parecer cómodas para usar de almohada y dormir.
Riku se acercó a la chica antes que nadie… El demonio alado notó que Riku se acercaba a ella. Interrumpiendo cualquier cosa que estaba haciendo, se inclinó.
―Gracias por tu arduo trabajo anoche, primera teniente Karula Fezah.
Karula sacudió la cabeza.
―Es porque has conseguido mantener sus miradas distraídas sobre ti que he podido escabullirme sobre ellos.
―Ya veo. Entonces… Las tropas de Leivein deberían venir pronto, ¿verdad?
Riku quería confirmar. Karula asintió en silencio. No sería raro que fueran capaces de ver los barcos de Leivein en el horizonte en cualquier momento.
Sus propios barcos que salían de la isla y los barcos que se dirigían a la isla. Y también los barcos espiritistas restantes, que se verían atrapados en un ataque en pinzas por ambas fuerzas. No hacía falta pensar mucho para darse cuenta del destino que esperaba a los espiritistas mermados en fuerza y número.
―Gracias. Esto ha sido gracias a ti.
Después de soltar un pequeño elogio, Riku miró a el horizonte. No podía ver las siluetas de los barcos de Leivein. Sin embargo, ya que pronto llegarían, ella quería terminar de preparar todo. Dicho eso, dio la orden.
―Nos vamos. Quema todos los barcos restantes.
Junto con una penetrante voz, los demonios dispararon flechas de fuego.
De repente, las flechas envueltas en fuego extendieron las llamas a través de las naves que todavía estaban ancladas en la isla de Sherr y se extendieron al templo. Estaban ardiendo mientras elevaban un sonido retumbante. El viento ardiente portaba la fragancia del olor de las llamas y del mar.
Con las llamas detrás de ellos, los subordinados de Riku pusieron en marcha las naves.
Por supuesto, el enemigo no era estúpido. Al darse cuenta de su espíritu de lucha, inmediatamente se prepararon para la batalla. Los tres buques de guerra que rodeaban la isla se reunieron y se dirigieron hacia los tres buques mercantes que estaban a punto de partir para rodearlos.
Sin embargo, esto era previsible.
―Vamos a devolverles las flechas.
Los espiritistas no tenían flechas. Por lo tanto, las ahorrarían. Deberían tener la intención de acercarse a ellos y abordar sus barcos. De hecho, la cantidad de flechas que les dispararon no estaba en la misma escala de anoche ni mucho menos.
En comparación con eso, la cantidad de flechas que los demonios tenían era más que suficiente. Habían invertido completamente sus posiciones.
―Por supuesto, no estamos planeando simplemente devolverlas…. Nos cobraremos algunos intereses.
Diciendo eso, Riku también tensó una flecha en su arco. Apuntando a un objetivo, disparó la flecha, apuntando hacia los barcos espiritistas.
Antes de que escaparan, tenían que devolver apropiadamente las flechas que les habían prestado los espiritistas.
Junto con los intereses en forma de [fuego].
Cuando llegaron las tropas de Leivein, todo había terminado.
El templo blanco que se alzaba en la isla de Sherr estaba cubierto con un velo de llamas abrasadoras. Y también, los barcos espiritistas flotaban sobre el mar de la misma manera; negros y quemados, convertidos en cenizas.
Echando una mirada a todos estos resultados, Leivein caminó hacia Riku. Riku se alzó más de lo normal y dio un saludo más efusivo de lo común.
―Capitán Leivein, gracias por venir en nuestro rescate.
―Has resistido bien, teniente comandante Riku Barusak.
Recibiendo las palabras de alabanza de Leivein, Riku mostraba una cara llena de felicidad. Pero entonces, una sensación de pesar empezó a surgir en ella.
Con estos resultados, habría sido posible escapar de la isla sin molestar a Leivein. Mientras sentía el viento caliente en su espalda, Riku ligeramente agachó su cabeza hacia abajo.
―… Pareces insatisfecha.
―N-no. No es… eso.
Riku alzó la cara en pánico, Leivein comenzó a mirar a Riku como si estuviera pensando en algo. Una extraña sensación de tensión comenzó a aparecer. Con tensión que picaría su piel, Riku tragó saliva.
Riku de repente recordó la fiesta de Charlotte. En ese momento, ella se había enfrentado con Leivein y probado este sentimiento de tensión.
Después de que esos recuerdos casi olvidados aparecieran en un rincón de su mente, Leivein soltó un suspiro cansado.
―Has pensado en esta estrategia porque venía a ayudarte. Si se te hubiera ordenado hacer algo al diferente, habrías pensado en otro método. Por eso no hay nada de qué avergonzarse. Puedes estar orgullosa de ti misma.
Diciendo sólo eso, dio la espalda a Riku.
Habiendo dicho que no había nada de qué avergonzarse, el corazón de Riku se sintió algo más ligero. Sin embargo, al final, la realidad de que había sido capaz de lograr algo no cambiaba. Aunque había sido enviada directamente por Charlotte, no había sido capaz de encontrar la corona del rey demonio en la isla de Sherr, y regresaría sin nada.
Sí, al final, Riku no había logrado nada.
―No he hecho nada útil.
―No. Descubrimos realmente que la corona del Rey Demonio no está aquí. Sólo eso es más que suficiente logro.
Sin embargo, Leivein. Mientras mostraba una expresión tranquila que no parecía sentir nada en particular, dio una palmadita en la cabeza de Riku.
―La causa del fracaso de esta misión no es otra que la decisión de desplegar tropas a pesar de la falta de información. El que recibirá castigo en esta ocasión es aquel que ha recogido tal información. Sólo has seguido las órdenes. No has hecho nada malo. Está bien buscar la corona del Rey de los Demonios una vez que el Rey Demonio haya sido revivido.
Leivein seguía acariciando el cabello de Riku. Él acarició su pelo rojo, que era odiado por todo el mundo, con dulzura y amor. Con eso, Riku finalmente se sintió como si se hubiera calmado.
Sin embargo, este momento de felicidad no duró demasiado tiempo. Apartando la mano de la cabeza de Riku, Leivein volvió a su propio barco. Riku tocó lentamente el pelo que Leivein había tocado. Tocándolo así, le pareció que aún quedaba algo de calor de su gran mano.
―Hey, ojou-chan. Tenemos que salir de aquí pronto.
Como si quisiera apresurar a Riku, Vrusto la llamó. Mientras fruncía el ceño, apartó la mano de su pelo rojo.
―Ya lo sé. Deprisa con los preparativos.
Los barcos espiritistas que se habían retirado temprano ese mismo día, sólo habían regresado a Fert para reabastecer sus flechas. Después de terminar de reabastecerse, probablemente volverían a aquí. Si no salían de este lugar pronto, serían perseguidos por ellos. Si fueran capturados, todo esto no tendría sentido.
Riku volvió su mirada una vez más al templo que estaba cubierto de llamas.
Las paredes, que brillaban en blanco habían quedado completamente carbonizadas. El fuego, del mismo color del cabello de Riku, se refleja en el cielo azul.
De repente, fue posible oír un sonido. El viento no soplaba hacia ellos, así que no debía ser posible oír algo del templo desmoronarse.
Sin embargo, sintió que ya había oído esa melodía, que hacía temblar su corazón, en algún momento.
―¡Ojou-chan, dame una mano aquí!
―Lo sé aunque no me lo digas.
Con la voz de Vrusto, Riku volvió a sus sentidos.
Mientras miraba hacia el horizonte en dirección a Perikka, Riku regresó a su posición.
Sin embargo, ese último sonido familiar siguió extrañamente resonando en su mente y ella no podía dejar de pensar en ello.
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