jueves, marzo 23, 2017

I Shall Seal the Heavens - Volumen 1 - Capitulo 59

ISSTH.

Volumen 1: Patriarca Confianza.

Capítulo 59: Incapaz de ver Chang’an.



El Estado de Zhao estaba en la zona sur del Dominio Sur, que estaba conectado al subcontinente del Oeste. Estas dos áreas estaban separadas del resto del Continente Nanshan por el Mar Vía Láctea, aunque es posible que hace tiempo el Continente Nanshan no estuviera dividido de esa manera.

Para dejar las cosas más claras, el Estado de Zhao existe en el filo del Dominio Sur, lejos del mar. Solo atravesando numerosas montañas sería visible el ilimitado Mar Vía Láctea.

El Estado de Zhao no era muy grande, pero estaba altamente poblado. De esa manera, la ciudad capital era un lugar de mucho bullicio. Incluso aunque el aire de la tarde-noche estuviera llena de copos de nieve cayendo, las casas brillaban con luz de faroles, manteniendo a todo el mundo dentro caliente.

Cualquier que no tuviera una casa, que caminara por la noche nevada, se sentiría indescriptiblemente solo.

Meng Hao caminó por la calle bayo el cielo oscuro. La multitud de gente que normalmente seria visible durante el día no se podía ver por ningún lado. Todo aquel que se movía vestía un sombrero ancho de bambú, y mantenía su cabeza bajada como si tuvieran prisa.

Mirando en la distancia, Meng Hao podía apenas ver una forma de un edificio prominente, grande, como si fuera una pagoda, una torre.

La Torre de Tang.

Tenía unos trescientos metros de altura, casi la misma que una montaña, capaz de atraer la atención de cualquiera dentro de la ciudad. La nieve la rodeaba, pero no se podía ocultar la evidencia del devota atención que le profesaba el Rey de Zhao, los escolares y toda la gente que la había construido.

Estaba encarada hacia las Tierras del Este, hacia el Gran Tang y a Chang’an.

Meng Hao nunca había estado ni en la ciudad capital ni en la Torre de Tang. Nunca la había visto antes. Pero conforme caminaba por la calle hacia allí, sabía sin una sombra de duda que…. Esa era definitivamente la Torre de Tang.

Siempre había imaginado que, un día, se convertiría en un oficial del gobierno, y entonces, sería capaz de subir hasta su cima y mirar todo el país.

Miraba a la Torre de Tang plantada allí, en medio de un remolino de nieve. Pasó un buen rato.

“Antes de que madre y padre desaparecieran,” murmuró para sí mismo, “un viento violeta sopló en el exterior. La gente dijo que era una señal propicia, y que un ser celestial había aparecido en el cielo…” Caminó hacia delante, observando la Torre de Tang.

Pensó sobre todo lo que le había ocurrido esa noche. Nunca sería capaz de olvidarlo. Esa noche, él perdió su juventud. Desde aquella noche, nunca volvió a tener un padre y una madre en la que apoyarse. Eso cuando él empezó a hacerse fuerte.

Fue entonces cuando empezó a soñar en ir hacia las Tierras del Este, hacia el Gran Tang!

Se esparcieron los rumores de que sus padres estaban muertos, pero Meng Hao sabía que simplemente habían desaparecido. Estaban fuera de allí, en algún lugar. Nunca olvidaría la túnica violeta que su padre había vestido esa noche que se quedó plantado cerca de la ventana, mirando hacia el viento violeta. Nunca olvidaría cómo su padre le había mirado, con una mirada trastornada en sus ojos.

Nunca olvidaría esa noche, ni el sonido quieto de su madre llorando.

Nunca le había contado estas cosas a nadie, pero las llevaba guardadas bien profundo en su corazón.

Conforme se iba acercando a la Torre de Tang, se preguntó por qué se había puesto a pensar de pronto en ese tipo de cosas del pasado. Suspiró. El suspiro se rompió en piezas en el viento nevado. Nunca abandonaría la ciudad capital, ni el Estado de Zhao, ni el Dominio Sur. Nunca cruzaría el Mar Vía Láctea, ni llegaría a Chang’an.

“Quizá sea debido a que madre siempre hablaba sobre el Gran Tang.” Murmuró. “Me dijo que en la ciudad capital de cada país, hay una Torre de Tang y la gente dice que esas torres es lo más cerca que estarás del Chang’an sin realmente estar allí.”

Conforme se acercaba al distrito que rodeaba la Torre de Tang, miró hacia arriba.

La nieve caía en pesados copos, y el viento del invierno le rodaba. Más y más nieve iba acumulándose en la torre. Desde donde él estaba, podía ver claramente que se había construido con gran cuidado. Sus cimientos tenían ocho caras, y de la torre subía como una pagoda masiva.

Estaba construida de un material verde, y se veía justo como siempre había imaginado.

A pesar de la nieve, los soldados patrullaban por su perímetro. Esta área… era un lugar donde únicamente oficiales de alto rango y gente poderosa podía entrar con el fin de ofrecer sacrificios y realizar rituales.

Pero los soldados mortales no notaron nada mientras el cuerpo de Meng Hao les sobrepasaba y entraba en la torre.

Un anciano tramo de escaleras se enrollaba dentro, dirigiéndose lentamente hacia la cima. Los muros estaban cubiertos de brillantes y coloridos frescos, representando las Tierras del Este, el Gran Tang y Chang’an.

“Recuerdo a madre describiéndome el Gran Tang. Yo era tan pequeño, que realmente no comprendía sobre qué me estaba hablando. Pero ahora que pienso sobre ello, la forma en la que describía las Tierras del Este, el Gran Tang y Chang’an… era como si ella las hubiera visto con sus propios ojos, sino fuera así, cómo podía describir todo con tanto detalle? Era justo como en estos grabados.” Los examinó conforme ascendía las escaleras. Al final alcanzó la cima de la torre y se terminaron los grabados. Representaban la vida y la cultura, bellos escenarios e incontables y sorprendentes historias legendarias. Todo era muy conmovedor e inspirador.

Fuera, la nieve silbaba en el aire, empujada por fuertes vientos. Había una capa gruesa en la cima de la torre. Meng Hao dio una respiración profunda y miró hacia la distancia. La única cosa que podía ver era la nieve. No podía ver las Tierras del Este, ni el Gran Tang, tampoco el Chang’an.

“Por tanto, no se puede ver el Chang’an desde aquí después de todo,” murmuró tranquilamente. Permaneció allí quieto, inmerso en incontables pensamientos. No era un oficial del gobierno que estuviera aquí para ofrecer sacrificios a los cielos. Era un Cultivador, un Cultivador en el octavo nivel de Condensación Qi.

“Recorro un diferente camino al de antes, pero la dirección es la misma.” El viento sopló sobre su pelo, y la nieve empezó a posarse sobre él sin fundirse, como si aprobara su vida, como si él también fuera nieve.

Después de un tiempo, se sentó con las piernas cruzadas y empezó a meditar tranquilamente.

Durante la noche, la nieve empezó a caer aún más fuerte. Las luces brillaban dentro de las casas de la ciudad capital. Desde la cima de la Torre de Tang, todo parecía negro y quieto. Dentro de la tranquila oscuridad, Meng Hao podía verse a sí mismo hace unos años, en el Condado Yunjie, entre la nieve.

La noche nevada pasó poco a poco.

Al amanecer, Meng Hao abrió sus ojos, era difícil de decir si él miró primero al sol ascendiendo o si el sol ascendiendo le había mirado a él primero.

La ciudad volvió a la vida con el amanecer. Pronto, las calles estaban llenas de multitud de gente. Meng Hao observó al mundo mortal esparciéndose bajo él.

Observó silenciosamente hasta que volvió a caer la noche. Otro amanecer apareció. Un día, dos, tres días.

Por siete días, Meng Hao observó todo. Al principio, sus ojos parecían débiles y borrosos, pero entonces empezaron a brillar y finalmente a calmarse.

Algo había cambiado en su mente. Había alcanzado un estado de iluminación en cuanto a la vida misma. En la puesta de sol del octavo día, miró hacia abajo y vio a oficiales y a soldados llegar a la Torre de Tang para realizar un ritual. Un hombre de mediana edad estaba plantado llevando una túnica dorada. Detrás de él había grupos de gente, plantados limpiamente en formación. Ofrecía sacrificios al cielo y a la tierra, mientras muchos de los plebeyos recorrían la ciudad.

Meng Hao se plantó y empezó a inclinarse hacia los cielos. Abandonó la torre, esquivando al grupo. Plantándose en el valioso abanico, para lanzarse a planear, sabiendo que había llegado el momento de irse. Conforme se preparaba para irse, miró hacia atrás, hacia la torre una vez más.

Cuando lo hizo, sus ojos se abrieron enormemente.

Observó a la gente inclinarse fuera de la Torre de Tang, momento en el que empezaron a brillar suavemente. Era un brillo resplandeciente que los mortales no podían ver, pero que alguien lleno de energía espiritual podía ver.

La luz salió disparada hacia arriba, provocando que las nubes se enroscaran hasta que apareció un enorme vórtice. Este también era invisible a los ojos de los mortales, pero no a los de Meng Hao. Él podía ver el vórtice claramente, y le hizo aguantar el aliento. Parecía conmocionado.

Dentro del vórtice, él podía ver… un terreno sin final lleno de huesos y ruinas, llenos de una horrible aura y una niebla negra que se retorcía. No podía ver muchos detalles claros, pero podía sentir algo misterioso y espantoso enroscándose en el aire.

Su mente se sacudió, especialmente cuando notó que dentro de esa negra niebla del vórtice había un enorme ataúd. Allí, entre las ruinas, sentado con las piernas cruzadas cerca del ataúd, había un cadáver apergaminado. De pronto el cuerpo abrió sus ojos. Eran tan grises como la ceniza, y dentro de ellos, había siete débiles puntos de luz rotando como si fueran estrellas. La visión del cuerpo salió disparada hacia el vórtice, directa hacia Meng Hao.

Su cuerpo tembló, cerrando involuntariamente sus ojos conforme sentía un dolor perforándolos. Sentía como si esas siete estrellas fueran a aparecer en sus propias pupilas, las mismas estrellas que habían en esos ojos grises ceniza.

De pronto, arrugas marchitas empezaron a aparecer por todo su cuerpo, una terrible niebla negra empezó a filtrarse por sus poros.

Aturdido, Meng Hao se retiró a toda velocidad. Al mismo tiempo, el vórtice fue succionado de pronto hacia las nubes. El sentimiento de aplastamiento que había experimentado se desvaneció y todo regresó a la normalidad. Era como si lo que acababa de ver hubiera sido una alucinación.

Y aún así, su cuerpo estaba todavía arrugado, fragmentos débiles de Qi de Muerte continuaba filtrándose en él. Su expresión facial cambió varias veces. Miró hacia la Torre de Tang. El brillo ya no estaba presente, pero la gente continuaba rindiendo obediencia. Su rostro se ensombreció, y sin dudarlo, forzó el valioso abanico hasta sus límites. Su cuerpo se convirtió en un chorro de luz y desapareció en la distancia.

Planeó fuera de la ciudad capital, volviendo a mira hacia la Torre de Tang varias veces. Sus ojos escaneaban el cielo, y las dudas empezaron a llenar su corazón.

“No puede haber sido sólo una alucinación. La Torre de Tang… qué tipo de lugar es exactamente? Originalmente pensé que era un lugar mortal, pero obviamente no es cierto! Qué era ese lugar dentro del vórtice…? Las ruinas, el Qi de Muerte, todos esos huesos…” Su cuero cabelludo estaba entumecido conforme pensaba en el cadáver que había visto entre las ruinas.

Esos ojos estaban llenos de crueldad, seriedad y horror, especialmente las siete estrellas dentro de las pupilas de los ojos grises. Conforme pensaba en eso, su cuerpo se fue enfriando y empezó a gotear sudor.

“Y ese…. ataúd.” Meng Hao tomó una inspiración profunda, con sus ojos llenos de miedo.

“Quién está dentro de ese ataúd, y por qué apareció de pronto dentro del vórtice. Por qué..? Tiene algo que ver con al Torre de Tang…? Tiene algo que ver con el Gran Tang en las Tierras del Este?” Meng Hao se puso pensativo, mirando de nuevo hacia la torre de Tang. El sentimiento de asombro se hizo más fuerte. Respiró profundamente otra vez, siguió deslizándose antes de caer al suelo y ponerse a correr.

Estaba empezando a pensar que quedarse mirando al cadáver del vórtice.. Había sido una catástrofe….



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